La articulación de la rodilla es la más grande y
una de las más complejas del cuerpo. Es un articulación troclear bicondílea y
sinovial situada entre los cóndilos del fémur y la tibia, con la rótula en
sentido anterior. La articulación de la rodilla satisface los requisitos de una
articulación que soporta el peso del cuerpo y combina considerable estabilidad,
sobre todo en extensión. Por lo general, la estabilidad y movilidad son
funciones incompatibles en una articulación, razón por la cual la mayoría de las
articulaciones sacrifican una por la otra; sin embargo en la rodilla ambas
funciones están aseguras por la interacción de ligamentos y músculos y por los
complejos movimientos de deslizamiento y rodamiento de las superficies articulares.
No obstante de tener superficies articulares esenciales para que la movilidad
sea grande, la hace vulnerable a sufrir distenciones y luxaciones. La
articulación de la rodilla desempeña un papel importante durante la locomoción,
pues acorta y alarga las extremidades inferiores. También puede decirse que
trabaja mediante compresión axial bajo la acción de la gravedad. Al estar
dotada de músculos poderosos, actúa junto con la articulación del tobillo como
un poderoso propulsor del cuerpo. Soporta y absorbe tensiones vigorosas que
producen de los movimientos laterales del cuerpo en el plano frontal y de las
rotaciones axiales en plano transverso (1).