¡Ponte recto! ¡Siéntate bien, como Dios manda!
La bipedestación y la sedestación cargan
la columna. Para minimizar el sufrimiento mecánico, la degeneración, hay
que conseguir una postura adecuada, tanto de pie, como sentados o
tumbados. Debemos proteger nuestra arquitectura tetrápoda de los rigores
del bipedismo y el nalguismo.
Espalda recta, caderas horizontales, hombros tirando hacia atrás, una buena tensión muscular pélvica y abdominal…
Hay que curvar lo que la dejadez tiende a rectificar y rectificar lo que invita a curvarse.
Mantener los cánones de la buena postura
es trabajoso e insoportable, salvo para aquellos que necesitan someter
el cuerpo a los cánones de la estética como los bailarines. Para el
ciudadano medio resulta un objetivo complicado y doloroso.
El paciente lumbar recibe consejos de
buena postura con sus dibujos correspondientes y trata de controlar una
fuerza que constantemente le lleva a violar lo aconsejado. ¿Conclusión?
Mi columna ya no consigue adoptar la buena postura. Está condenada
irremisiblemente a la degeneración progresiva. Ya no hay remedio. El
árbol torcido hay que enderezarlo cuando es un retoño…
En algún momento se comenzó a predicar la
teoría de la salud de la columna sin tomarse la molestia de comprobar
si lo predicado era cierto. Somos de natural cándido y muchas propuestas
de los expertos, con engañosa apariencia de sentido común cuelan como
verdad aun cuando no lo sean.
Explicamos a los pacientes la cuestión de
las evidencias científicas, la necesidad de someter a lo que se dice a
la verificación rigurosa. Antaño las hipótesis se sometían al veredicto
del éxito. Aquello dicho que era admitido como cierto por quien lo decía
o porque tenía aspecto convincente adquiría la categoría de verdad
incontestable.
Ningún mortal ha andado, se ha sentado o
tumbado como mandan los cánones. Ni siquiera los predicadores. Nuestras
madres se han esforzado en que la rectitud guiara cuerpo y alma. Algo
tiene lo recto que lo hace recomendable pero difícil de obtener. Lo
curvo nos desvía del camino recto.
Todos los pacientes del grupo estaban
instruidos en el recto temor a lo torcido. Todos habían fracasado en
conseguir la buena conducta postural. Realmente lo que impone la postura
es el dolor, la búsqueda inútil del alivio en la silla siempre
imperfecta. Asier (fisioterapeuta) escenificó con su columna los mitos
de la rectitud, la simetría, las curvas, la musculación debida. A medida
que iba hablando y mimetizando lo dicho con su cuerpo los pacientes
iban despatarrándose inconscientemente en sus sillas. La paciente que el
primer día tuvo que recibir la clase de pie permaneció sentada (mal
sentada, por supuesto) en esta segunda jornada.
Hay mucha impostura (falsedad con
apariencia y tratamiento de verdad) en esto de las posturas. Las
evidencias científicas no parecen corroborar lo que se proclama con
solemnidad.
El miedo a la mala postura genera la
postura del miedo, una postura que incluye dolor, agarrotamiento y
estrés mecánico innecesario.
El dolor surge del cerebro.
El organismo repara aceptablemente las lesiones.
El dolor no es un buen indicador del estado de los tejidos.
Olvídese de la buena postura canónica, de sus rectas y sus curvas…
¿Qué Opinan?...
Por: Dr. Arturo Goicochea
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